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El VEGAPULS 64 suministra unos resultados de medición nítidos en una destilería

Hay personas que afirman que el aguardiente Krautinger es incluso mejor medicina que la comida. El paladar de este aguardiente, repleto de matices de hortalizas, es cosa de cada uno, pero lo que es imposible de superar es la cantidad de historias que lo rodean y que le confieren su carácter único. ¿Qué otro alimento puede jactarse de haber sido recibido en persona por la emperatriz María Teresa I de Austria en el siglo XVIII? Este acontecimiento concedió a los granjeros de Wildschönau en el valle de Hochtal, Austria, el derecho exclusivo de destilar aguardiente a partir del nabo de otoño.
Quince familias de Wildschönau, un municipio austríaco situado en la región de Kufstein in Tirol, se encargan de seguir manteniendo viva esta tradición, de modo que con el paso del tiempo este particular aguardiente se ha convertido en el símbolo de la región. 

 

En la granja Steinerhof de Wildschönau se destila el original aguardiente Krautinger.

Josef Thaler forma parte de una de estas familias y no da mucha importancia a las historias que rodean a su aguardiente, pero  gracias a su compromiso el Krautinger es hoy en día una marca protegida en toda Europa. «La calidad debe estar a la altura durante muchos, muchos años. Para ello se necesita respirar hondo y tener paciencia hasta que el aguardiente alcance los requisitos de calidad que se exigen hoy en día, incluso en su posterior degustación en los correspondientes gremios», comenta Thaler. Aunque también hay otro motivo por el que los destiladores deben cargarse de paciencia. Todo empieza ya en el cultivo de este nabo especial, que solo presenta un buen contenido de azúcar si las condiciones meteorológicas son las adecuadas. 

El nabo de otoño es la base para fabricar el aguardiente Krautinger.

La producción del Krautinger implica siempre mucho trabajo manual. Los nabos de otoño se recolectan, se despojan de sus hojas y raíces, se lavan, se pican y se prensan, y todo ello se realiza a mano. A continuación, el zumo extraído se deja espesar por la noche, de modo que de 1000 l quedan unos 300 l de líquido, que contiene entre un 18 y un 20 % de azúcar. Se le añade levadura y se deja fermentar el líquido de cuatro a cinco días. Tras la destilación, el Krautinger contiene un 85 % de alcohol en la primera etapa. En este momento el aguardiente se pasará de dos a tres meses madurando, antes de mezclarlo con agua para que alcance su sabor definitivo.
Para mantener siempre una elevada calidad, Thaler empezó ya desde el principio a diseñar una producción más eficiente. Si antes los nabos se lavaban a mano, él invirtió en un sistema de lavado. Y ahora era el momento de automatizar el propio proceso de cocción.
Para conseguir una alta calidad de forma continua, es necesario conseguir un sabor definido y, sobre todo, mantenerlo. «El problema es que el nabo no siempre contiene la misma cantidad de azúcar. De modo que muchas mañanas tras el proceso de espesamiento, el contenido de azúcar era a veces demasiado bajo o demasiado alto. Además, comprobamos siempre el nivel manualmente», añade Thaler sobre el proceso.
«La situación era muy poco práctica e insostenible a largo plazo». 
Ideas había muchas, pero su aplicación resultaba más complicada de lo que se pensaba al principio. Al final encontró al experto que necesitaba dentro de la familia: su sobrino Andreas Haas es ingeniero de medición y control, y fue quien planteó la pregunta adecuada: «si ya existen métodos de medición sin contacto, deberían aprovecharse ¿no?». Haas ya había recopilado una amplia experiencia con VEGA en su trabajo en la industria farmacéutica y, por tanto, sugirió un instrumento de medición radar. Sin embargo, no se quería invertir en un nuevo alambique, sino utilizar el ya existente. Además, el coste de la instalación debía permanecer dentro de unos límites, lo que llevó consigo aún más requisitos, dado que el alambique de la destilería es relativamente pequeño. Los instrumentos de medición radar disponibles hasta el momento con la frecuencia de medición habitual de 26 GHz no habrían podido ofrecer una medición clara debido a la distancia de bloqueo. Además, el fondo del depósito es cónico y dispone de un doble fondo para el vapor. «Cuando supe acerca del VEGAPULS 64, tuve claro que esa era la solución para nuestra empresa familiar», recuerda Haas.

A pesar de los depósitos pequeños, las masas pegajosas y los elementos internos en el alambique, la medición del VEGAPULS 64 es siempre fiable.

El VEGAPULS 64 aporta todo lo necesario para controlar sin problemas esta difícil situación de medición. El sensor radar funciona con una frecuencia de emisión de 80 GHz y un tamaño de antena de aproximadamente 80 mm. De este modo se consigue un ángulo de apertura de tan solo 4°. Para el alambique de esta empresa familiar, esto significa que el haz de la antena esquiva sin problemas el agitador sin generar ningún fallo.
Además, el VEGAPULS 64 está predestinado a la medición en pequeños depósitos y aparatos, por ejemplo, en la industria farmacéutica y la alimentaria. Dado que el sistema de antena se ha integrado en la conexión a proceso, no sobresale ninguna antena en el depósito. Además, permite medir lo más cerca posible de la conexión a proceso; una característica que se aprovecha en la fabricación del Krautinger, ya que la espuma y las burbujas llegan hasta la tapa del alambique.
 

El VEGAPULS 64 mide el nivel sin contacto en el alambique.

El sensor tampoco se ve afectado por las adherencias, por lo que es ideal para la pegajosa masa del nabo de otoño. Esto se consigue gracias a una adaptación de la sensibilidad en el rango inicial del sensor. La influencia de los fallos se reduce directamente en el sistema de antena mediante una regulación especial de la intensidad. Al mismo tiempo, esto permite una sensibilidad muy elevada de la señal en una gran distancia.

El VEGAPULS 64 también demostró tener un fácil montaje. Haas montó el sensor sin más complicaciones en la tubuladura existente. 
Sin embargo, después se le ocurrieron más cosas: dirigió la señal, es decir, el nivel del alambique, directamente al móvil del cabeza de familia, el de Thaler. Así ya no es necesario preguntarse si el líquido está suficientemente espeso o no. Tan pronto como se alcanza el volumen adecuado, el destilador se apaga, la temperatura desciende y Thaler puede proseguir tranquilamente con el resto de etapas del procesamiento. Incluso si el proceso se automatiza cada vez más, no se pueden obtener más de 700 u 800 l al año de este particular aguardiente. «Nuestro Krautinger sigue siendo algo especial», afirma Thaler.

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